13 de Septiembre de 2008 - 12:24:32 - Luis del Pino
Ayer escribía nuestro contertulio Belga un post enormemente interesante. Decía Belga que hay tres afirmaciones que no pueden ser ciertas simultáneamente:1. Jamal Ahmidan era confidente
2. Jamal Ahmidan puso las bombas
3. La Policía puso el foco sobre Jamal Ahmidan
Elaboremos un poco el razonamiento implícito en esta afirmación de Belga.
Una o más de esas afirmaciones tienen que ser falsas, porque si Jamal Ahmidan fuera confidente y hubiera puesto las bombas, los servicios de información españoles no le habrían señalado nunca como responsable de la matanza, para evitar verse salpicados. Habrían tapado a Jamal Ahmidan con cualquier otro responsable, real o inventado.
Por tanto, ¿cuál o cuáles de esas tres afirmaciones son mentira?
Sabemos que la última afirmación es cierta, porque son los propios informes policiales los que señalan a Jamal Ahmidan como uno de los organizadores de la masacre. Por tanto, o la primera o la segunda afirmaciones tienen que ser falsas: o Jamal Ahmidan no era confidente o no puso las bombas.
No sabemos todavía si Jamal Ahmidan era confidente, pero empezamos a saber que en el entorno de Jamal Ahmidan casi todo el mundo colaboraba o tenía estrechos contactos con los servicios policiales. Y, teniendo en cuenta el perfil del personaje:
- traficante a pequeña y media escala
- con numerosas detenciones y que, sin embargo, siempre se libra de largas condenas
- residencia irregular en España y nunca se le expulsa
- yerno de una mujer con buenos contactos en la Policía
- convive con un colaborador de nuestros propios servicios de información, que además le paga el seguro del coche
es prácticamente imposible que Jamal Ahmidan no fuera "tocado", antes o después, por nuestros servicios de información en un momento u otro, para obtener datos sobre otros traficantes o sobre la comunidad musulmana.
En consecuencia, parece lógico pensar que la afirmación falsa es la segunda: Jamal Ahmidan no puso las bombas de los trenes.
Pero, si os fijáis, el razonamiento de Belga se puede aplicar exactamente igual a otros personajes. Es imposible que sean ciertas simultáneamente estas tres afirmaciones:
1. Suárez Trashorras era confidente
2. Suárez Trashorras proporcionó los explosivos para la masacre
3. La Policía puso el foco sobre Suárez Trashorras
Como también podría aplicarse el mismo tipo de razonamiento a Rafá Zouhier.
En realidad, toda la "versión oficial" de los atentados es un bluf desde el punto de vista lógico. Por supuesto que el 11-M podría haber sido organizado por confidentes y colaboradores de nuestros servicios de información (es una hipótesis tan válida como cualquier otra), pero por quien no podría haber sido organizado es por ESTOS confidentes y colaboradores de los servicios de información.
Porque si hubieran sido estos confidentes los que hubieran organizado el 11-M, sus nombres jamás habrían salido a la luz: habrían sido tapados con cualesquiera otros responsables. ¿O es que alguien piensa que nuestros servicios de información son tan masoquistas como para presentarnos como responsables del 11-M, en cuestión de días, a personas que se puede demostrar que eran colaboradores suyos?
La única hipótesis lógica es pensar que toda esta panda de cabezas de turco voluntarias o involuntarias no son otra cosa, precisamente, que la cortina de humo con la que se tapa otra cosa. Y por eso nuestros servicios de información no tuvieron ningún problema, desde el principio, en que el foco de atención se centrara en estos colaboradores. Porque como en realidad, ellos no tienen nada que ver con la masacre, todo quedará siempre en el más confuso de los ruidos y nunca se podrá demostrar fehacientemente que esos colaboradores de los servicios de información mataron a 192 personas. Por la sencilla razón de que ellos no lo hicieron
Por eso no existe ninguna prueba fehaciente que ligue a Trashorras, o a Zouhier, o a Jamal Ahmidan con los trenes. Es imposible que exista.
Por eso la versión oficial va mutando constantemente, poniendo miguitas que perecen sugerir la culpabilidad de estos colaboradores, pero sin llegar a concretar nunca esa responsabilidad, por si hay que mutar de nuevo la versión más adelante. Puesto que toda la historia de su posible implicación en la matanza es falsa, siempre se pueden inventar nuevos detalles sobre las andanzas de esos colaboradores de los servicios de información, tratando de entrar en las menos contradicciones posibles con los detalles anteriores.
Incluso en el caso de Jamal Ahmidan, todas las responsabilidades son difusas. La sentencia de la Audiencia Nacional cometía el error garrafal de achacar la colocación de las bombas a TODOS los muertos de Leganés. El Tribunal Supremo ha corregido ese inmenso error en su sentencia de casación, y ahora la responsabilidad de la matanza se atribuye a TODOS o ALGUNOS de los muertos de Leganés.
Así, si mañana surgiera algún dato que recomendara decir que Jamal Ahmidan no era un terrorista, no pasaría nada. Se inventarían una historia cualquiera, como que Jamal Ahmidan estaba colaborando como infiltrado con las fuerzas que rodeaban el piso de Leganés, y que otro cualquiera de los encerrados en ese piso les voló a todos por los aires. ¿Qué más da? Cuando casi todo es mentira y nada está documentalmente contrastado, resulta fácil improvisar. Si uno analiza lo que el sumario nos dice, no hay ni un solo dato fehaciente que demuestre que Jamal Ahmidan puso las bombas o que sabía que se iban a poner.
El caso de Jamal Ahmidan es ligeramente distinto del de Suárez Trashorras y del de Zouhier. Estos dos últimos son personas de carne y hueso y que siguen vivas. El personaje de Jamal Ahmidan, por el contrario, estaba destinado a cuadrar toda la versión oficial y a "comerse el marrón", demostrando con el "suicidio" de Leganés lo fanáticos y peligrosos que eran esos islamistas (y remediando, de paso, la ausencia de suicidas en los trenes).
En consecuencia, su figura, que posiblemente tenga una base real (la de alguien relacionado con esa "familia española de Jamal"), habría tenido que ser adornada con los elementos necesarios para encajar toda la historia (viaje a Asturias, relaciones con la célula de Virgen del Coro) y para hacer creíble su imagen de islamista siniestro (tentaciones yihadistas en el centro de internamiento para extranjeros, radicalización en la cárcel marroquí, etc.).
Ya hemos señalado, en nuestra serie de hilos dedicada a Jamal Ahmidan, toda una inmensa serie de contradicciones relativas a la figura, a la identidad y a la cronología de Jamal. Pero me temo que tendremos que seguir profundizando en ese personaje, para averiguar en qué punto exacto termina la realidad para dejar paso al teatro.
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